Para las mujeres de América Latina y el Caribe, el 2010 cierra con un balance en rojo. Pero algunos hechos constituyen un aliento para seguir la lucha por la igualdad, pequeñas ganancias que simbolizan saldos importantes en la deuda social con las mujeres y  que muestran la efectividad de nuestra lucha.

Entre esos saldos a nuestro favor podemos indicar: la elección de Dilma Rousseff, primera mujer presidenta de Brasil; Kamia Persad-bissessar, primera Ministra Jefa de Estado de Trinidad And Tobago; Susana Villarán primera mujer alcaldesa de Lima; el establecimiento de ONU Mujeres y la elección de una latinoamericana, Michelle Bachelet como su  directora;  la elección de la feminista Paraguaya Line Barreiro como experta de la CEDAW; la adopción de la Ley contra la violencia  doméstica  y familiar en Brasil y la liberación de 7 mujeres del Estado de Guanajuato,  México, con condena entre 25 y 30 años  acusadas de aborto y las recomendaciones emanadas del Consejo de Derechos Humanos sobre aspectos importantes de los derechos de las mujeres, dirigidas a los Estados  en ocasión de la presentación del Examen Periódico Universal y el Consenso de Brasilia.

A esa lista también se suma, la Sentencia de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos otorgando la adopción de medidas cautelares a favor de la Nicaragüense “Amalia” a quien el Estado le había negado tratamiento para combatir un cáncer invasivo por estar embarazada; la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos contra los Estados Unidos Mexicanos por violencia contra las mujeres; la adopción en Argentina de la ley que permite el matrimonio entre pareja del mismo sexo con los mismos derechos que los matrimonios heterosexuales; la Declaración del 2011 como Año  Internacional de los y las Afrodescendientes y las pequeñas batallas que fuimos ganando a los sectores conservadores y fundamentalistas de la región en materia de derechos sexuales y derechos reproductivos.

Sin embargo, esas ganancias se tornan pírricas  al analizar los saldos negativos. Al pasar balance sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio en  el Período Especial de Sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, los Estados tuvieron que admitir que estaban lejos de alcanzar la meta de reducción  de la mortalidad materna; la feminización del VIH y SIDA no formó parte sustantiva de la agenda regional de combate a la epidemia; los mecanismos para el adelanto de la mujer no lograron en el 2010 un presupuesto que les permitiera cumplir de manera efectiva con su rol de rectoría de políticas públicas a favor de las mujeres; la violencia contra las mujeres y las niñas, incluidos los femicidios o feminicidios, siguieron en aumento en la mayoría de países de la región; el asesinato de la activista  mexicana, Marisela Escobedo, es para muestra, un botón y la muerte de tres de las principales líderes  feministas haitianas y cientos de mujeres más, a causa del terremoto en Haití,  tiñeron de rojo el 2010.

A esa interminable lista se suman, las amenazas y retrocesos en el ejercicio de los derechos sexuales y los derechos reproductivos, en especial, el establecimiento en algunas constituciones de la inviolabilidad de la vida desde la concepción, los intentos por limitar el uso de la anticoncepción de emergencia y las restricciones para el acceso al aborto legal y seguro; la complicidad estado/iglesias constituyó una gran retranca para los derechos humanos de las mujeres; la fuerza mediática y control político de la derecha ganó terreno en algunos escenarios en contra de nuestros derechos; en el plano de la participación política, en los países donde hubo elecciones congresuales y municipales el incremento de la matrícula  femenina fue mínimo y en el ámbito institucional,  muchas de las organizaciones feministas de la región han tenido que reducir su trabajo por falta financiamiento.

Este panorama nos muestra que el balance del 2010, deja en rojo y en saldo negativo los derechos humanos de las mujeres. Pero tengo la certeza de que la fuerza de nuestra lucha, la cual deviene de la razón teórica y política que nos da el feminismo, logrará cambiar el mapa de las desigualdades y hacer avanzar en el 2011 nuestra apuesta de subversión frente al patriarcado.