La realidad de las afrocolombianas

MUJERES Una experta asegura que las condiciones de las afro en Colombia son como eran hace 50 años en EE.UU.

A propósito del día de la mujer, Semana.com habló en exclusiva con Enobong Hannah Branch, socióloga de la Universidad Massachusetts y experta en desigualdad laboral.

La doctora Branch, autora dibió el libro ‘Oportunidad denegada: La limitación de Mujeres Negras en Trabajo’, ha estudiado temas como las negritudes contemporáneas, la salud sexual y la recuperación de tierras, tanto de Estados Unidos como de Colombia.

Ella llegó al país para dar una conferencia sobre los retos de la mujer, que se dictará este 8 de marzo en la Universidad Icesi.

Semana.com: ¿En qué se diferencia la mujer afro colombiana de la afro estadounidense? …

Enobong Hannah Branch: Las condiciones de vida de las mujeres afro en Estados Unidos han tenido un progreso respecto a 1960. En ese tiempo, todavía existía la esclavitud.

Ahora, en el 2013, las preocupaciones han cambiado. Las mujeres afro ya no están concentradas en trabajos domésticos o en la agricultura. Cada vez se encuentran más mujeres profesionales, como profesoras o abogadas o doctoras. Eso no existía en 1960, cuando sólo el 10% de las mujeres afro eran profesionales, o el 15% como máximo.

Eso demuestra que sí hubo mujeres en las universidades, pero en muchos casos no se les permitió trabajar en las áreas que habían escogido. Y si trabajaban en algo que no fuera labores domésticas, sólo podían trabajar para su población negra.

Lo habitual era que la mujer afro se destinara a trabajos domésticos o de limpieza.  Para ese momento, 1960, una mujer negra ganaba 60 centavos por cada dólar que ganaba un hombre blanco.

Semana.com: ¿Y cómo es el caso colombiano?

E.H.B.: En Colombia, las condiciones actuales de las mujeres afro son las que tenían  las mujeres negras en Estados Unidos hace 50 años, puesto que todavía prevalece la tendencia de reservarlas para los trabajos de servicio.

Hay que entender que las mujeres negras son consideradas significativamente menos que el resto de la población colombiana porque tienen otros trabajos con diferentes ingresos económicos y eso es lo que sostiene las condiciones de pobreza.

Semana.com: ¿Qué debe hacer Colombia para superar esas desigualdades?

E.H.B.: Se necesita retar al silencio que existe frente a las condiciones de vida de las afro.

Lo que hizo la mujer estadounidense en 1960 fue decir “ya no más”. Eso se tradujo en grandes esfuerzos de movilización y consiguieron aliados para crear voluntad política que promoviera el cambio de las condiciones de vida.

En Colombia se pueden dar estas movilizaciones, como ha sucedido en la población negra que quiere recuperar sus tierras. Lo que se necesita es retar la idea de que es normal esa estructura vocacional de la mujer afro para las labores domésticas.

Aquí se piensa que el hecho de que las mujeres estén en los trabajos básicos es normal, pero no lo es. Eso genera desigualdad.

Las mujeres deben tener todas las oportunidades ocupacionales y de educación, al igual que los hombres.

Semana.com: Usted habla de las movilizaciones en la población negra para recuperar sus tierras, ¿cuál es la característica de esos movimientos?

E.H.B.: Actualmente, se caracterizan por la exigencia de la protección de los territorios colectivos ancestrales, especialmente para protegerlos de las industrias que explotan esas tierras.

Eso no sucede de la nada, está pasando porque de esa movilización y de ese territorio depende la vida de ellos.

Es tan importante, que hay una batalla legal para que se valide ese derecho a la tierra y se proteja.

Semana.com: Pero cuando no se protegen los territorios, llegan diferentes actores a desplazar a la población. ¿Cuáles son las condiciones de vida de esos desplazados?

E.H.B.: Primero hay que aclarar que dentro de las víctimas de desplazamiento en Colombia hay más mujeres que hombres.

Ahora bien, la principal característica son las condiciones de profunda desigualdad, especialmente la de la mujer afro, que no está siendo protegida desde afuera, desde la ley, frente al conflicto.

Las herramientas para ganar una inclusión económica profunda están bloqueadas porque para eso se necesita una educación sostenida que vaya desde el preescolar hasta las especializaciones y tener una casa donde uno pueda llegar todos los días. Sin eso, existen muchas dificultades para conseguir un trabajo digno.

Así que si se unen las condiciones de ausencia de educación, vivienda y trabajo, el desplazado no podrá mejorar su economía. Es muy difícil pelear por la inclusión económica cuando la gente tiene que pelear por sobrevivir al mismo tiempo.

Semana.com: Usted asegura que hay más mujeres que hombres desplazados. ¿A qué se tienen que enfrentar ellas?

E.H.B.: Lo primero es la incertidumbre que genera el cambio de vivienda y de vida. Lo segundo es la desconfianza que promueve el desplazamiento porque como no saben quién es el atacante, entonces no saben en quien confiar. Lo tercero y último es si la mujer tiene niños. Esa condición aumenta la incertidumbre por no tener comida ni vida digna.

Lo más grave es que mientras más tiempo se esté en condición de destierro, se prolongará más el círculo de la pobreza y se cerrarán más oportunidades para esas nuevas generaciones que crecen en el desplazamiento.