Por Helen Clark, administradora del PNUD a nivel global
(Nueva York, 10 de diciembre de 2009)

Uno de los principios fundadores de las Naciones Unidas es la fe en la dignidad y el valor de cada persona, sin distinción de raza, color, sexo, idioma, religión, propiedad, nacimiento u otra condición. Sin embargo, en la actualidad, el Día Internacional de los Derechos Humanos nos recuerda que la discriminación en todas sus formas sigue socavando ese principio.

La discriminación se manifiesta en el mercado laboral a causa de la etnia, nacionalidad o discapacidad, o a través de desigualdades de género en la educación, dado que no se envía a las niñas a la escuela porque sus familias no pueden costear los gastos.

También se da en la agricultura, porque los que tienen los derechos más tenues – pequeños agricultores y mujeres productoras – se ven forzados a abandonar sus tareas por la creciente dificultad para acceder al agua; y en el VIH y el Sida, donde se estigmatiza a los hombres que tienen relaciones sexuales con otros hombres, y se rechazan los servicios de reducción de daños a los que usan drogas, lo que entorpece las tareas de prevención y de tratamiento.

El PNUD otorga una importancia primordial a la lucha contra la desigualdad y la discriminación. Su trabajo incluye ayudar a los países a crear y poner en práctica políticas de crecimiento inclusivo, apoyar la creación de leyes contra la discriminación con mecanismos eficaces de monitoreo y cumplimiento, y fortalecer una gobernanza transparente, responsable y sensible.

La comunidad internacional tiene tan sólo seis años más para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Las crisis mundiales actuales hacen que su logro sea aún más difícil. Hay un riesgo de que los más desfavorecidos y vulnerables, especialmente las mujeres y los niños, se enfrenten a ser aún más excluidos y marginados de la agenda del desarrollo.

No podemos permitir que esto suceda. El derecho humano de vivir sin discriminación es un elemento intrínseco del desarrollo, y el desarrollo es un modo de plasmar ese derecho. Un compromiso firme con los ODM y claros progresos en su logro tienen que llevar a los países a no discriminar entre las regiones, las comunidades indígenas, y entre los hombres, las mujeres, las niñas y los varones. De no ser así, aunque se alcancen las metas, los datos nacionales encubrirán la historia verdadera.

Al entrar en el 2010, pongámonos como propósito para el Año Nuevo esforzarnos a título personal y profesional por lograr un futuro donde se dé oportunidades a todos, no sólo a unos pocos. Trabajemos juntos para terminar con la discriminación y para celebrar nuestra diversidad.