Con la elección de Laura Chinchilla como presidenta de Costa Rica, el pasado 7 de febrero, ya son 15 las mujeres que mandan en el mundo, ya sea como jefas de Estado o como primeras ministras.

Lupita Pérez, protagonista de ‘La Presidenta’, toma las riendas de un país tropical que se intuye está en América Latina, un país imaginario llamado Ningunaparte. En medio de la dificultad que para una mujer entraña ostentar un cargo de esos en plenos años 60, Lupita toma decisiones insólitas. Crear un Ministerio del Alma, por ejemplo.

Cincuenta años después, la autora de esta novela, la escritora colombiana Flor Romero, celebra que cada vez haya más mujeres en la política y no en cualquier cargo, sino ejerciendo como presidentas o primeras ministras.

Con la histórica elección de Laura Chinchilla como presidenta de Costa Rica, el pasado 7 de febrero, ya son 15 las mujeres que mandan en el mundo. Nueve, sin contar a la ‘tica’, como jefas de Estado (Gloria Macapagal Arroyo, en Filipinas; Tarja Jalonen, en Finlandia; Mary McAleese, en Irlanda; Cristina Fernández, en Argentina; Michelle Bachelet, en Chile; Pratibha Patil, en India; Dalia Grybauskaite, en Lituania; Doris Leuthard, en Suiza, y Ellen Johnson Sirleaf, en Liberia) y cinco como jefas de Gobierno (Angela Merkel, en Alemania; Sheikh Hasina Wajed, en Bangladesh; Johanna Sigurdardottir, en Islandia; Jadranka Kosor, en Croacia, y Yulia Timoshenko, en Ucrania).

“Estoy gratamente sorprendida por el caso de Chinchilla en Costa Rica, por su preparación, es una politóloga, ya había sido ministra y vicepresidenta, no es ninguna aparecida. No por ser mujer hay que elegirla. Con todo lo feminista que puedo ser, no soy partidaria de que la gente votara por ella sólo por ser mujer, entre otras cosas porque si no tiene mucho en el cerebro para poder dirigir un país, en el momento en que le vaya mal todo el mundo dirá que es por el simple hecho de ser mujer. En cambio, si a un hombre le va mal como presidente, nunca dirán que eso se debe a su sexo”, comentó Romero a EL TIEMPO.

De otro lado, hay analistas para los que, si se mira el caso latinoamericano, es posible vincular la llegada de una mujer a los más altos cargos con la consolidación de la democracia. Chile con Bachelet y Costa Rica con Chinchilla serían dos ejemplos de ello.

“Ya que las mujeres representan la mitad de los electores, es deseable que también ellas formen parte del gobierno. La incorporación de mujeres, específicamente a cargos electivos, comenzó a formar parte de la evaluación de la calidad de la democracia. Se ha visto que en las democracias más consolidadas la participación de las mujeres es mayor que en aquellas que están menos consolidadas”, escribió la socióloga uruguaya y experta en el tema de género, Silvana Bruera, en una investigación sobre el tema.

De hecho, la Unión Interparlamentaria -organización que aglutina a los Parlamentos del mundo- y Naciones Unidas ya incorporaron el concepto de “participación política de las mujeres” como uno de los indicadores del desarrollo humano de cada país.

“Pero hay que matizar eso, porque hay naciones sin democracia que tienen un alto porcentaje de mujeres en política. Cuba es una de ellas (el 43,2 por ciento de los miembros de la Asamblea Nacional son mujeres, según la Unión Interparlamentaria). Es más, en América Latina son muchos los países en los que se permitió el voto femenino gracias a presidentes populistas. Aquí en Colombia fue en plena dictadura”, aclaró la politóloga colombiana María Emma Wills, en charla con EL TIEMPO.

¿Muchas en poco tiempo?

En la última década, trece mujeres han llegado a ser presidentas o primeras ministras.

En enero del 2006, Ellen Johnson Sirleaf ganó la jefatura de Estado en Liberia. La primera mujer elegida democráticamente en ese país africano ganó las elecciones al famoso jugador de fútbol George Weah, tras haber sido ministra de Hacienda (fue economista del Banco Mundial) y vivir en el exilio. Johnson Sirleaf prometió reconstruir el país tras dos guerras civiles (1989-1996 y 1999-2003) que dejaron miles de muertos y desplazaron a otros cientos de miles.

En marzo del 2006, Bachelet llegó al Palacio de la Moneda, del que saldrá en un par de semanas con una popularidad histórica para un presidente chileno. Y en diciembre del 2007 aterrizó en la Casa Rosada de Argentina Cristina Fernández, para recibir la banda presidencial de su marido, Néstor Kirchner.

“La elección de Bachelet, por ejemplo, sirvió para habituar a la opinión pública de América Latina a aceptar que la mujer puede estar en un cargo de esos, y eso es más que bienvenido, pero todo depende de que quien llegue sea una profesional altamente calificada”, explicó Wills.

Sin embargo, advierte la analista, cada vez que una mujer llega a ser presidenta o primera ministra se cae en el riesgo de que “se generen estereotipos nefastos”, pues “los medios suelen decir que representan una ética del cuidado o que son más honestas que los hombres o más cuidadosas con la plata” y no se puede llegar a esas conclusiones sólo porque sean mujeres.

Rompiendo tabúes

Indira Gandhi en la India, Golda Meir en Israel, Corazón Aquino en Filipinas, Margaret Thatcher en el Reino Unido, Benazir Bhutto en Pakistán, Violeta Chamorro en Nicaragua, Mireya Moscoso en Panamá, Helen Clark en Nueva Zelanda. Son algunas de las antecesoras cuya influencia resultó fundamental para las mujeres que hoy se dedican a la política.

En Alemania, la que hoy es considerada la mujer más poderosa del mundo se posesionó como canciller en noviembre del 2005. Angela Dorothea Merkel, hija de un pastor y nacida en la ex República Democrática Alemana, ganó de nuevo las elecciones de septiembre del año pasado y será la jefa de Gobierno de la principal potencia económica de Europa hasta el año 2015.

La elección de la socialdemócrata Tarja Jalonen en Finlandia, en el 2000, estuvo cargada de simbolismo no sólo porque ese fue el primer país de Europa en permitir que las mujeres votaran, en 1905, sino porque cinco de los seis principales partidos optaron por presentar a mujeres como candidatas a la Presidencia. El país de los mil lagos, uno de los más desarrollados del mundo, estaba listo para tener a una mujer en el Ejecutivo.

Pero tal vez el caso más llamativo, en la actualidad, sea el de Johanna Sigurdardottir en Islandia. Ex azafata y líder sindicalista, esta mujer que está casada con una periodista y tiene dos hijos de un primer matrimonio logró que el suyo fuera el primer país del mundo en ser gobernado por una homosexual declarada.

Aunque lo que llama la atención fuera de Islandia, no resulta raro en esta isla, donde lo que cuenta es que Sigurdardottir o ‘Santa Johanna’ -como le dicen por su compromiso en favor de las minorías- es “la política más respetada y digna de confianza del país”, como escribió ‘The Huffington Post’ cuando se posesionó como primera ministra, en febrero del 2009.

LAILA ABU SHIHAB
REDACCIÓN INTERNACIONAL

13 FEBRERO 2010